Fuente: Saltos Guale Alfredo. Artículo publicado el
domingo 8 agosto 2021 Diario El Universo, página 11
El
26 de julio se conmemoró en el mundo entero la conservación de los manglares,
conjunto de plantas leñosas arbóreas o arbustivas, en cuyo homenaje se
realizaron actos motivacionales ensombrecidos por informes negativos sobre el
estado actual de la devastación que les afecta y la paulatina y sostenida
disminución de las áreas cubiertas por esa maravillosa y original especie
vegetal que ha logrado adaptarse a condiciones de permanente inundación y
niveles fuera de lo común de salinidad, por su crecimiento en zonas donde se
mezclan las aguas dulces de ríos y esteros con las salinas de los mares, merced
a su particular constitución botánica y fisiológica, que vuelve fácil y normal
lo que sería difícil e imposible para otras plantas. Siempre nos hemos cuestionado cómo pueden
subsistir en un medio tan inhóspito y formar estructuras tan robustas, de hojas
carnosas, de intenso y brillante verdor que agregan un tono artístico al
conjunto. Ese insólito hecho, milagro de la naturaleza, haría que se hagan
esfuerzos sin límites para custodiarlas.
Ecuador no ha sido ajeno a la tendencia de
fuerte exterminio, tanto que en el periodo de 1969 al 2006 se registran 54.000
hectáreas desaparecidas, mientras en el planeta se contabilizan 136.000
kilómetros cuadrados y una tasa de desbroce del 4,2, felizmente en descenso,
con la buena nueva que los mapas que llevan organismos no gubernamentales
señalan ligeros crecimientos, aunque no de gran magnitud, resembrados en
terrenos continentales invadidos por aguas oceánicas producto del alza del
nivel del mar, una de las manifestaciones palpables del cambio climático.
Las causas de la reducción de superficie
son propias del hombre por su afán desmedido de incrementar sembríos agrícolas
y camaroneros y la tendencia hacia la urbanización que no tiene límites. La
nobleza de los manglares, cuyo eje central de colorida corteza, es el mangle,
tiene diferentes presentaciones y usos, no solo como fuente de materiales
resistentes para construcciones cercanas a las playas y naves, sino que
integran el centro de un hábitat único para la morada de cocodrilos,
serpientes, delfines, aves, a las que proveen de nutrimentos, siendo también
entorno de infinidad de peces, mariscos y lugar de desove de otras de mar
abierto. Por eso se dispone siempre, con ligeros espacios de veda, de cangrejos
y conchas, base de exquisitos bocados.
Desde el punto de vista del calentamiento
global, se afirma que “una hectárea de bosque de manglar captura hasta mil
toneladas de CO2 del ambiente”, producto de la actividad humana que volverían a
la atmósfera por la devastación. Según dato del 2018 del actual Ministerio del
Ambiente, Agua y Transición Ecológica, “Ecuador posee 161.835 hectáreas, de las
cuales 72.523 se encuentra dentro de áreas tuteladas y 68.000 están bajo otros
mecanismos de custodia, lo cual significa que 21.312 no estarían protegidas o
en peligro de destrucción. En ese escenario se celebran iniciativas prácticas
de sustentabilidad, entre ellas la figura de concesión a los usuarios
ancestrales adoptada por Ecuador hace 20 años, considerada ejemplo planetario
de preservación ambiental. (O)
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¿Leyó usted, el 26 de julio, en
nuestro ecoblog, sobre el Dia Internacional del Ecosistema Manglar?
¿Conoce usted como estudiante lo que es el ecosistema manglar?
¿Ha visitado ya uno de los sitios en donde se encuentra un manglar en la
provincia del Guayas?
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